Pedro Tyler Uruguay, 1975

I believe that the beauty of an artwork is connected to the way we get to know it. A knowledge that comes along with a pleasing sensation related to understanding. Comprehending and enjoying how its components interact between each other and their mechanisms of sustentation. This can be seen in my works when stacking coins, interlacing rulers or giving mobility to something that seems motionless. I relate beauty to the subtlety of instability. Those moments in which you understand or feel consciously that you are alive, that something overflows and is lost at every instant. I like the static at the moment it waits, like the calm before the storm, because it foretells it. The amazing moment before jumping or not to the void because of heights vertigo and its fall. Depths stillness where silence will listen to my body, or, on the other side, heights, for making me believe I am outside things and there is no center in them. Reflections, because of the question my eyes return. It delights me to know there is always something I can´t understand. Candlelight for not being steady, making shadows bigger and in obscurity, space more dense. I like altering things because I know they are not definitive and by doing so, apprehend them in a different way. The photo that shows the camera that took it, because it´s the perfect symmetry that I can´t achieve before a mirror. Cages, because they are spaces which are difficult to penetrate and from where you might not want to get out. I like art, that when I leave it, I feel like I`m losing something. Feeling the wind, the sun, the cold and the pain of a wound because they make me believe I am in a place. Glass and transparencies because they cut through space, whereas everything else occupies it, and what occupies it because it completes it. For the same reasons I like to think, for the moments in which I believe I learn and move forward, but more than anything, I like to think because I believe I don´t understand. In this search for understanding, is that I use everyday objects as material for my works, so as, by taking them out of context, appreciate them in another way. By putting water inside it, or chiseling its glass, a light bulb becomes, to me, a metaphor about the fragility of the body. How, thanks to that border that is our skin, we develop all our feelings and thoughts. With measuring tapes, wooden or steel rules, you can measure something linear as the body, but you can´t measure, for example, feelings inside that body. Measuring what can´t be measured. The measure of pain related to a close death, started a body of work that developed from a personal concern; how to analyze and reason about feelings. Although the artwork started being self-referential, I have come to know that the intimacy of this subject is universal. Each person interprets this experiences and concerns from his or hers perspective. And is from this perspective, unique and personal, that I hope they will relate to my artwork.

 

Creo que la belleza de una obra tiene que ver con nuestra manera de conocerla, y ese conocimiento acarrea una sensación placentera relacionada al entender. Entender y disfrutar cómo sus componentes interactúan unos con otros y sus mecanismos de sustentación. Esto puede verse al apilar monedas, entrelazar reglas o darle movilidad a algo aparentemente inmóvil.

Relaciono la belleza a la sutileza de la inestabilidad. Esos momentos de entender o sentir conscientemente que se está vivo, que algo se desborda y se pierde a cada instante. Me gusta lo estático en el momento que espera, al igual que la calma antes de la tormenta porque la presagia. El alucinante momento antes de saltar o no al vacío por el vértigo de la altura y la caída. La quietud de las profundidades donde el silencio escuchará mi cuerpo, o por otro lado, las alturas por creer que estoy fuera de las cosas y no hay un centro en ellas. Los reflejos por la pregunta que me devuelven mis ojos. Me agrada que siempre haya algo que no entienda. La luz de la vela por no ser constante, hace a las sombras más grandes y en la penumbra al espacio más denso.

Me gusta alterar las cosas porque sé que no son definitivas y así aprehenderlas de otra manera. La foto en la que sale la cámara que la sacó, porque es la perfecta simetría que ante un espejo no puedo lograr. Las jaulas porque son espacios en que es difícil penetrar y de los que tal vez no se quiera salir. Me gusta el arte que cuando lo dejo, me hace sentir que pierdo algo.  Sentir el viento, el sol, el frío y el dolor de una herida porque me hacen creer que soy en un lugar. El vidrio y las transparencias porque seccionan el espacio mientras que todo lo demás lo ocupa, y lo que lo ocupa porque lo completa. Por lo mismo me gusta pensar, por los momentos en que creo aprender y avanzar, pero más que nada me gusta pensar porque creo no entender.

En esa búsqueda por comprender, es que empleo objetos cotidianos como material de trabajo, para, sacándolos de su contexto, apreciarlos de otra manera.

Al poner agua en su interior, o cincelar su vidrio, una lamparita se convierte para mí en una metáfora de la fragilidad del cuerpo. Como, gracias a esta frontera que es la piel, desarrollamos todo nuestro sentir y pensar.

Con cintas métricas, reglas de madera o de acero, se puede medir algo lineal como el cuerpo, pero no se puede medir, por ejemplo, los sentimientos dentro de ese cuerpo. Medir lo que no se puede medir. La medida del dolor relacionada con una muerte cercana, dispara una serie de obras que nacen de una inquietud personal; cómo analizar y razonar sobre los sentimientos.

Si bien las obras partieron siendo auto referentes me he dado cuenta que la intimidad de estos temas resulta ser universal. Cada persona interpreta estas experiencias e inquietudes según su perspectiva. Y es desde esta perspectiva, única y personal, que espero se relacionen con mis obras.

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