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Artist: Horacio Zabala 

Entre líneas
April 8, 2016 – May 9, 2016
Henrique Faria Buenos Aires
Buenos Aires, Argentina

La muestra de Horacio Zabala que presenta la galería Henrique Faria y que lleva por título Entre líneas, puede interpretarse a partir del acto de tachar. Si la escritura –como quería su inventor Thot– tiene como fin preservar la memoria, ¿qué sentido tiene la tachadura? ¿Qué es lo que sucede cuando se oculta lo escrito? ¿Se hace una impugnación de lo recordado, se censura un mensaje, se borra un acto de comunicación, se instaura un nuevo tipo de escritura que ya no sirve a la memoria sino al olvido? Horacio Zabala le quita a la tachadura todas las connotaciones negativas que posee para ponerla en un plano de la invención. Tachar y crear son, en su obra, un gesto único e indivisible. Y eso desencadena, por lo menos, tres procesos: la tachadura como manifestación sensorial, como investigación de la censura y como afirmación del monocromo.

La escritura, que en estas obras es el origen o el punto de partida, está escamoteada. Está dentro de los libros, pero son libros que no se pueden abrir. Está en los periódicos, aunque en palabras y números que no se dejan leer. Debería estar en los lomos pero lo único que ellos nos ofrecen son monocromos rojos. A la vez, esa escritura que se oculta es el andamiaje de la obra: regula el juego de líneas, impone sus límites. La primera operación de Zabala es pasar –con sus tachaduras– del orden de lo legible a lo visible, de la escritura al color. La mancha nos hace ver algo y, en ese mismo gesto, ver lo que no se puede pensar: visibiliza lo ininteligible.

Ese juego de borradura y ocultamiento hace pensar en la censura. Más cuando se sabe que Zabala participó en el arte político de los años setenta y vivió fuera del país en tiempos de la última dictadura militar. Mario Perniola, que leyó su obra bajo la noción psicoanalítica de censura, dijo que el artista “suprime todo con una determinación radical” y “opera la negación de la negación” porque en los periódicos ya operan mecanismos de silenciamiento y desinformación. ¿Al evidenciar los mecanismos de la censura –se pregunta el crítico italiano– se trata de regenerar el arte? La respuesta de Zabala es doble: política y existencial.

Por el lado político, sus obras nos extraen del entorno pero no lo olvidan nunca. El entorno siempre está ahí: tachado y por eso mismo visible. Los títulos de algunas obras lo evidencian al reponer las fechas del periódico que le dan origen: La Nación, jueves 14 de julio de 1988 o Le Monde Censurado – Bourse de Paris, 24-11-93. Ahí están como indicaciones de un día determinado. Ese momento nos remite a otros: imposible no pensar las rayas coloridas que tachan los registros de la Bolsa de París en relación con el

predominio de lo económico en la actualidad y con un lenguaje –el de los indicadores financieros– que apenas sabemos leer pero que influye tanto en nuestras vidas. Esa es la lectura contextual y, si se quiere, política: el mecanismo de la censura habla de la memoria pero también de las complejas apariciones del olvido involuntario o deliberado. Exhibe problemas de legibilidad y los resignifica en términos visuales. La máquina de arte debe procesar tanto las memorias como los olvidos, los recuerdos como lo que quedó reprimido o borrado. Al tachar, Zabala exhibe las diversas aristas de la censura.

La respuesta existencial no niega la lectura política sino que la potencia desde otro lugar. En Zabala, la tachadura es también el camino a un desamparo mayor como sus planos de cárceles o sus cálculos matemáticos. La cárcel no es sólo la represión del poder, también remite a la precariedad humana. La biblioteca sin palabras además de la cancelación de la lectura, es también la apertura a otras actividades humanas: mirar, clasificar, archivar, incorporar lo leído. Las obsesiones con la página de un periódico exceden la ironía sobre las jergas financieras para convertirse en una aventura del color y de la invención. En definitiva: el monocromo, en Zabala, es existencial, testimonio extremo en que la tachadura oculta tanto como revela, en el que lo sensible y lo conceptual se unen en el mismo momento en que se separan.

Horacio Zabala hizo sus primeras obras en la década del sesenta: a diferencia de otros artistas que fueron desplazándose hacia el arte conceptual, Zabala nació conceptual. Formado como arquitecto, en Zabala los anteproyectos son tan importantes como la obra misma: son todas transformaciones de una sensibilidad artística que se despliega, un pensamiento que se hace en imágenes. De ahí la importancia de esta muestra: en las bibliotecas monocromáticas, en los trabajos con los periódicos, en los avatares del rojo, el espectador (un lector de signos) puede acompañar los procesos de un arte dinámico que nos lleva a sensibilizarnos, a partir del color y la forma, sobre los actos de escribir, censurar, tachar, dibujar, planificar, componer y agregar un objeto al mundo.

Gonzalo Aguilar