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Artist: Lucila Amatista

Vida Primaria
Curator: Valeria González
August 20 – October 16, 2015
Ro Galería de Arte
Buenos Aires, Argentina

Lucila Amatista (Buenos Aires, 1978) presenta una selección de acuarelas y cerámicas que nos muestran entidades que no pueden ser definidas como una especie del reino animal o vegetal. Organismos que viven en un mundo rebosante de vida, tan monstruoso como bello, silencioso e inmóvil. La  forma de exhibición propone una mirada crítica sobre las ciencias naturales y sus métodos de investigación y exposición.

Como plantea Valeria González en el texto que acompaña la exposición:“Hagamos el esfuerzo de comprender que, si las manchas de pigmento acuoso –lo mismo que los trozos de arcilla- crecen pacientemente a través de mínimos matices y se multiplican flotantes sobre planos ingrávidos, no se trata simplemente de decisiones cromáticas y compositivas de una artista, sino de su esfuerzo por proceder con la materia del mismo modo en que la vida se auto produce microscópicamente. (…) Y así, la obra de Lucila Amatista podrá comprenderse, también, en sus implicancias éticas y políticas”.

Texto de la exposición

En uno de sus espacios de creación, Lucila Amatista genera lo que podrían ser los objetos o los rastros de un extraño personaje. Primorosas cajas donde ha atesorado rarezas naturales; o su mesa de observación, detenida en un instante, donde los especímenes, antes de ser guardados, participan de un cierto desorden en el que podemos espiar las curiosas relaciones entre las cosas que su mente imagina. Se trata, sin duda, de un coleccionista al margen de las ciencias, o de un tiempo anterior, en el que los gabinetes de curiosidades aún no habían sido atravesados –desmantelados- por el orden racional de las clasificaciones biológicas y geológicas.
Podríamos resumir en el nombre de Mark Dion todo un espacio del arte contemporáneo dedicado a la apropiación crítica de los saberes de las ciencias naturales y sus dispositivos de display. Este distanciamiento conceptual está lejos de la escala íntima, el cuidado artesanal y el espíritu amateur con que Lucila Amatista dota a su personaje.
Sin embargo, no importa cuán caprichoso o personal, se trata de un orden humano aplicado a especies naturales. Pero los organismos vivos, a diferencias de las ideas, se organizan a sí mismos y se auto reproducen. En un segundo espacio de creación, la artista no procede representando formas de la naturaleza, sino intentando emular su dinámica de génesis y multiplicación celular. He aquí el sentido primero –ya no de la cerámica y la acuarela como medios artísticos- sino del agua y la tierra como el sustrato desde donde se origina la vida primaria.
Si una semilla es capaz de hacer estallar a un muro ¿qué sentido tiene preguntarse por su forma? La única pregunta importante por hacerle a la semilla es ¿hasta dónde irás?. Esta es la lección que nos trae Deleuze para comprender la visión de Spinoza: no una jerarquía de seres organizados bajo el dominio de la mente humana –Dios creador por encima del mundo- sino un Dios-energía repartido en cantidades diferenciales de potencias que se expanden, combinan y cesan en un gran plano inmanente.
Hagamos el esfuerzo de comprender que, si las manchas de pigmento acuoso –lo mismo que los trozos de arcilla- crecen pacientemente a través de mínimos matices y se multiplican flotantes sobre planos ingrávidos, no se trata simplemente de decisiones cromáticas y compositivas de una artista, sino de su esfuerzo por proceder con la materia del mismo modo en que la vida se auto produce microscópicamente.
El esfuerzo no será menor si tenemos en cuenta que el destino último de las ciencias no es producir saber sino legalizar, mediante patentes de propiedad intelectual, la posesión empresaria de las capacidades generativas de los organismos vivos, separando poblaciones enteras del acceso a su propio medioambiente. Y así, la obra de Lucila Amatista podrá comprenderse, también, en sus implicancias éticas y políticas.

Valeria González